Planeando por el árido
desierto, allá por el suroeste de Argelia, se percibe de forma confusa pequeñas
motas que, a vista de pájaro, son mimetizadas con la tierra. Nos situamos en
una wilaya del campamento de refugiados de Tinduf, precisamente en la daira de
Bouzareah. Ahí vive la familia de Mubárak , militante del Frente POLISARIO,
compuesta por su esposa Farida y sus tres hijos: Human, Majid y la pequeña
Dalia.
En bicicleta manida por el uso, Human, el mayor de los hijos, se
desplaza todas las mañanas a diez kilómetros a un dispensario a ofrecer sus
servicios como enfermero. Majid, junto su padre, montan en el campamento un
pequeño tenderete de manualidades de escaso valor hechas de cueros de cabra por
ellos mismos. Farida organiza la jaima y la pequeña Dalia, en colegio al aire
libre, aprende a sonreír por el destino que esta por venir.
La actividad
económica en este lugar es casi nula, sin agua corriente y condiciones
climáticas toscas, hacen que la supervivencia acate la ayuda de los ricos
países. La inmigración es una cuestión tratada con asiduidad en los círculos de
jóvenes. En reunión familiar, acompañado del té, Human expuso la posibilidad de
marcharse a una de esas tierras, donde prometen trabajo y calidad de vida._ Por cercanía mejor
España _ mostrando un mapa que le dejó un militante del Frente_
Mubárak, por su
aguda presbicia, se colocó las gafas que le trajo Dalia el pasado verano
procedente de una familia española y, de manera sibilina, ojeó la cartografía
ajada por los dobleces_ Os doy una advertencia,
la economía escasea _ sugirió Mubárak _ y el peligro de la clandestinidad que
origina cruzar Marruecos es dificultoso _
_
_Acompañaré a Human _ señaló Majid
reflejando deseo en su rostro.
Como el aceite, la noticia se expandió entre
familiares, amigos y vecinos. En esta latitud, este tipo de aventura es utópico
en sus costumbres, nada es mejor que vivir con sus gentes. Militantes del
POLISARIO preparó los falsos documentos para sus cruces a Marruecos. Estuvieron
madurando la idea y por fin llegó el día programado para la partida. Se
inclinaron frente a los padres mientras Mubárak le daba su bendición con una
frase de El Corán.
Entre los ahorros de
Human y Majid reunieron unos diez mil quinientos dinares argelino, ajustados a
unos cien euros. Revisaron sus gastadas y oxidadas bicicletas y prepararon, en
talegas, el poco ropaje que poseían. Con el nacimiento del sol emprendieron el
camino. Bordearon la frontera argelina-marroquí en unas condiciones inhóspita.
El desierto del Sahara ofrecía, durante el día, temperaturas de hasta cincuenta
grados centígrados.
Fueron ocho los días que
pasaron hasta llegar a la poblada ciudad de Béchar, aquí descansaron del
desierto durante dos soles y para no derrochar la poca fortuna , saciaron el
apetito con frutas y mendrugos de pan, que como dádiva a la amabilidad de
ciertas almas piadosas, recibían y dando por bueno los lugares donde
depositaron sus cuerpos a Morfeo.
Las fronteras con Marruecos, cerradas por las
relaciones diplomáticas conflictivas que mantenían con Argelia, obligó que
prosiguieran la ruta y llegar a las montañas del Atlas, alcanzando la pequeña
ciudad berebere de Mechería. La morosidad en este lugar se hizo mas manifiesto.
Hicieron amistad con dos jóvenes que codiciaban el proyecto de alcanzar la
tierra de los ricos. Muayid e Ismail. En sus coloquios, buscaban el método mas
acertado para hacer juntos la aventura.
Prepararon el viaje
encontrando tres grandes contrariedades: el cierre de la frontera, el cruce
clandestino del Estrecho de Gibraltar y los escasos recursos económicos que
disponían. Cargaron dos alcarrazas de agua en las bicis y caminaron a pie hacia
Maghnia ocupando tres día a la llegada. La polvareda del pasaje cubría sus
avellanadas pieles evidenciando la odisea.
Sin dilación, tomaron unos
panecillos acompañados de sardinas conservadas y continuaron la ruta. Con las
primeras luces del amanecer divisaron la ciudad pesquera de Ghazaouet y el mar
al fondo. Acostumbrados al árido desierto creían vivir un sueño, era la primera
vez que veían esa magnitud de agua.
Renunciaron las bicis ofreciéndolas por
pocos dinares a unos jóvenes que se movían por el muelle pesquero. Buenos eran.
Buscando la forma para cruzar a Marruecos localizaron a un mafioso dedicado a
estos menesteres. Los 108.000 dinares argelinos, apiñados por los cuatro,
facilitaron el paso en la obscurecida noche, en un barco pesquero que
supuestamente faenaban en aguas de nadie. Con flotadores , fueron depositados
en una playa virgen de arena fina y dorada del municipio marroquí de Saïdia.
Los cuatro simulando ser
marroquíes se adentraron a la ciudadela. Human de vaquero y polo rojo con la
marca Adidas. Majid, también de vaquero y camisa amarilla raída por el uso,
Muayid con chilaba tradicional berebere de color marrón e Ismail con pantalón
pirata y camiseta azul. Pasearon por la medina y comenzaron a deliberar la
forma de reunir dirham.
_ Atravesaremos las
montañas del Rif _ propuso Human _ tendremos menos problemas de identificación
por esta zona por ser mas aislada y desfavorecida _
La primavera estaba
avanzada cuando llegaron a unas plantaciones de cannabis, que necesitaban manos
de obra. Trabajando en este lugar, ahorrarían para sus embarques. El salario
pactado con el jefe de la plantación era de cinco mil dirham al mes,
equivalente a unos cuatrocientos euros. Human le pareció un digno sueldo
comparado con lo que percibía en el campamento de refugiados.
Circuló el primer
mes de trabajo y llegaron a sus manos los jornales prometidos, un dinero que
guardaban con mucho sigilo ya que dependían de ello para continuar el viaje.
Empezaba el mes de junio
y hasta mediado de agosto no lograrían organizar de nuevo el viaje. En un
descanso, Human y Muayid, planearon hacer una marcha a Tánger con la finalidad
de escudriñar las condiciones mas óptimas para realizar la travesía. Se
enteraron que las mafias, a la orden del día, obligan que el cruce sea a través
de ellas en una barcazas a cambio de unos novecientos euros y doscientos por un
chaleco salvavidas.
Mirándose a los ojos le
comenta Human _ Lo tienen fácil porque somos fáciles _
Llegó el caluroso agosto
y al poco dejaron el trabajo, ahorraron quince mil dirham cada uno, suficiente
por el cobro de la travesía. A primera hora de la mañana, iniciaron el camino
hacia la aventura del viaje. Atravesaron riscos y montañas para evitar caer en
mano de la gendarmería. Avistaron varios
campamentos improvisados por la miseria y la fe de inmigrantes fracasados en el
intento. Se acercaron a uno de ellos y pidieron asilo ante la oscuridad de la noche.
Majid se aproximó al hombro de Human y con ansiedad en el rostro le miró
fijamente haciéndole ver el miedo que hasta ese momento no había percibido. Se
fundieron en un abrazo y durmieron.
A la mañana, Muayid
mantuvo charlas con inmigrantes que habían malogrado el intento por Tánger.
Pidió información sobre otros embarques, coincidiendo la mayoría por la salida
desde Cabo Espartel, por una cala de la playa Achakkar. Continuaron la marcha por
Tánger burlando los sistemas de seguridad hasta la costa. Bordearon el oeste
cruzando una senda romana hasta llegar a una zona de sotobosque de jaras y
enebros marítimos que coronan los acantilados del Cabo. Hallaron a un grupo que
seguían el mismo itinerario, e invadidos por el silencio, esperaron la llegada
de la noche. Bajaron con sigilo por un sendero hasta la playa y en una cala de
arrecifes se hallaban los tratantes de las pateras.
Entre tanto, solo era
cuestión de costear los pasajes y los salvavidas. Concentrados en el silencio
de la noche pasaron a una embarcación de capacidad como para seis personas,
siendo ocupada por veinticinco, mas el añadido de dos mafiosos encargados de
dirigir la patera.
Con los rostros cada vez
mas amilanados, fueron pasando de uno en uno a las cuatro maderas flotantes.
Tres mujeres y cuatro niños veintisiete en total. Majid, como si profanara la
piel fláccida de un gran monstruo, se agarró al brazo de Human presionándolo
cada vez que notaba los pies mojados. Muayid, balbuceando imploraba ayuda a
Allah. El silencio lo invadía
todo y la luna como único testigo de un pasaje que no era un camino de rosa,
sino más bien una odisea. El mar estaba peleón, había un poco de viento y la
embarcación no dejaba de moverse. Le informaron que de costa a costa, tan solo
catorce kilómetros, no era nada lejos y que en poco tiempo llegarían a la
tierra deseada.
Los cuerpos entumecidos
por el frío de la noche había enterrado el habla, solo las miradas se cruzaban
y el blanco de los ojos brillaban en los azabaches rostros como reflejos de
lunas en la ennegrecida noche. El vaivén continuo de la patera hizo que varios
lanzaran escopetazos de vómitos, sobre la hacinada vecindad y algunos tuvieron
que hacer sus deposiciones mayores encima. El olor cada vez mas inaguantable.
La patera progresaba con lentitud apaciguada por las corrientes existentes.
El Estrecho es como una
gran autopista por donde navegan día y noche multitud de embarcaciones y que se
lleva por delante lo que encuentra en sus rutas. Como por hechizo, apareció un
barco de carga de gran dimensión que casi fueron rozados. Al unísono se escuchó
la exclamación ensordecedor del grupo, mientras la barca se deslizaba por la
cresta de la ola formada por la estela que dejaba el buque. El impulso fue tan
espectacular que un tripulante salió despedido al mar. Human hizo un
sobreesfuerzo alcanzándolo por el salvavidas pudiéndolo salvar de un ahogamiento.
La
sed y los labios agrietados por la salinidad del agua, cada vez se hacía mas
evidente.
Con las miradas puestas en
el horizonte de proa divisaron las últimas luces del Faro de Trafalgar y unas
elevaciones de tierra difuminadas, que correspondían a los acantilados de la
Breña, del litoral gaditano de Barbate. Un estrepitoso ruido se escuchó por
encima de sus cabezas. Era los motores del helicóptero de reconocimiento de la
zona marítima del Estrecho. Habían sido localizados por el GPS de alta
precisión de la Guardia Civil.
_Escuchar con atención _
comenta Human a los tres, mientras se alejaba el aparato_ cuando nos acerquemos
un poco mas a la costa nos arrojamos al mar, con los salvavidas lograremos
llegar hasta la orilla _Muayid mas decidido le
apoya, pero Ismail y Majid horripilados dificultaban el paso._No queda otra opción _
comenta Human _ si nos quedamos nos capturaran y nos devolverán de nuevo a
Marruecos_
Al poco, se divisó un
barco de color naranja, era Salvamento Marítimo que partía a su encuentro. Sin
madurarlo se lanzaron al mar, excepto Ismail y empezaron a batir agua hasta
alejarse de la patera.
Mientras flotaban, a lo
lejos, veían el abordaje de Salvamento con mantas y agua asistiendo a la
tripulación para su trasladado al puerto de Barbate. Con las primeras luces del
día llegaron abatidos a la orilla. Sus escuálidas piernas heridas por los
arrecifes sangraban y agotados se tendieron en las arenas de la orilla.
Dos amigos, Eduardo y
Sebastian, paseaban sus perros por la playa de la Yerbabuena cuando
descubrieron los tres cuerpos sin energía, temblando de frío y con espesa
saliva blanquecina en las comisuras de los labios. Los sacaron del agua y en la
arena seca, aún fresca de la noche, lo tendieron. Eduardo se desplazó a su
domicilio y regresó con agua, chocolate, camisetas, pantalones y dos mantas.
Fueron socorridos y alojados en un local de los padres de Eduardo. Con los ojos
cargados en lágrimas, Human, no dejaba de repetir “Sukran” .
Ismail y los demás
tripulantes de la patera fueron repatriados, mientras decían:
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