20140514

ROMERIA DE LOS PALACIOS EN HONOR A SAN ISIDRO



El pasado domingo, de forma casual, en un circuito de bici por los aledaños al Parque Periurbano de la Corchuela, me encontré con varios coches aparcados y algunas que otras personas mayores sentadas como a la espera de algo. No pude quedarme con la intriga y pregunté. Estaban a la espera de la Romería de San Isidro.


 






Por sendero de albero crucé canales de regadíos, a borde de la carretera comarcal SE-9023, cuando de buenas aparecen por el centro de la calzada caballistas, mujeres a pie ataviadas con trajes de flamenca y con vaso en mano, cantando al son de palmas y escoltados por la policía.

Proseguir mi marcha adentrándome en la pedanía de Adriano. En este lugar se masificó el gentío. Unos descansaban, otros tomaban el agua sagrada de las viñas en la taberna de la zona y muchos eliminaban los residuos líquidos.

Todo un espectáculo, multitud de caballos engalanados, carros, carretas y jolgorio.

Reanudé el camino continuando por el sendero donde caballistas se salían de la senda para ceder el paso a la bicicleta y así hasta llegar a un punto próximo a Los Palacios. Aquí fue imposible alargar el ejercicio, pues la única alternativa, según me indicaron, era la de hacer el recorrido a la inversa, es decir, por el mismo lugar hasta el Parque de la Corchuela donde disfrutarían del encuentro.

¡Que horror…! me vi integrado en la romería con la indumentaria de deporte. A trancas y barrancas, conseguí salir del atolladero por una travesía que me dirigía hacía el destino de regreso, Dos Hermanas.

Durante el pedaleo reflexioné sobre el momento dejado atrás y una vez en casa una ducha, me atavié con ropa adecuada y puse el coche dirección al Parque de la Corchuela. El completo de la romería se encontraban instalado en el recito del parque. Aparqué el vehículo, tomé la cámara y sin más me incorporé al evento.

Miles de personas y muchos carros repletos de provisiones de condumio y bebidas. Lo mas espectacular fue los cientos de caballos, con sus caballistas y amazonas, mostrando sus bellezas: unos danzaban, otros trotaban, algunos galopaban. Los pateos fuertes sobre el terreno arenoso  hacía levantar en el medio una nube de polvo que mezclado con el verdor de los árboles y el azul eléctrico del cielo participaba en el engendro de una atmósfera enigmática.

En horas se iba descubriendo el sentir del pueblo. Un pueblo entregado sin mas a la hermandad, al buen estar y al  disfrute de la ocasión. Seguro que en sus corazones reinaban las gracias a San Isidro por la cosecha del año y a su ruego por las mejoras del futuro.

Para perpetuar el momento os dejo algunas que otras instantáneas…











































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